El
Cabo de Hornos un barco cargado de sueños.
Pepi
sale desde Madrid el 5 de noviembre de 1958, rumbo a Cádiz para
desde allí embarcar en el “Cabo de Hornos” con destino en
Brasil, pesaba 42 kilos y perdería 2 en el trayecto. La mayoría de
los viajeros tenían el mismo destino que ella, el vapor salió del
puerto de Barcelona con itinerario
Vigo-Cádiz-Tenerife-Brasil-Argentina. Lo que ignora Pepi que viajó
en uno de los últimos trayectos que realizo el “Cabo de Hornos”
antes de ser desguazado en los astilleros de Avilés en el año 1959.
El
“Cabo de Hornos” fue botado el 4/8/1928 con el nombre de “Empire
State”, rebautizado “María Pepa” y más tarde el 15/8/1941
como “Cabo de Hornos”. Realizó 192 viajes y traslado a más de
diez mil pasajeros, entre ellos a Pepi.
Cuando
la joven llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, sus ojos no
daban crédito, los nuevos pasajeros en su mayoría hombres apenas
llevaban una pequeña maleta, las ropas limpias pero viejas y un halo
de incertidumbre los acompañaba, pero había algo en todos ellos,
sus ojos brillantes, con la luz que da la esperanza de perseguir un
sueño de vida mejor, la miseria, la escases, la podredumbre darían
paso al trabajo, las oportunidades, el progreso que les ofrecía la
América soñada.
Junto
a ella se sentó Micaela, una muchacha de apenas 15 años que viajaba
con su padre, su rostro redondo era como una luna llena que vestía
unos largos y rubios cabellos, pero las lágrimas bañaban sus
pensamientos, porque tanto sentimiento opuesto había podido con la
entereza que quería demostrar. Le esperaba al otro lado del
Atlántico su hermano Juan y eso le daba fuerzas para lo que vivía
en esos momentos. Pepi no sabe cómo ni cuándo, pero viajaron
tomadas de la mano y llorando en silencio, una manera más de
fortalecerse dos desconocidas.
Cuando
los mareos cesaron, las dos mujeres, iniciaron confidencias y
vivencias, Pepi relataba su inicio de aventura desde Madrid, “me
espera, mi marido en Brasil, nos casamos hace dos años, en la
Almudena. Mi madre me hizo el vestido, era precioso, y mis amigas
Julieta y Paca fueron mis damas, llevaban un ramito de margaritas,
¡ay!, que me emociono… Nos fuimos a vivir a un pisito pequeño,
pero mi marido, perdió el trabajo y las deudas crecieron, él marcho
hace 4 meses a ese país y yo tengo muchas ganas de verlo. No te he
dicho, soy costurera, mi madre también lo es, a su taller viene lo
más selecto de la capital…
¿Y
es muy grande la capital, Pepi? La interrumpe una Micaela, intrigada
por saber de un lugar más allá del mar atlántico, que conoce.
Deseosa de averiguar lo que existe en el horizonte azul al que está
acostumbrada.
Sí
que es grande, chiquilla, está llena de edificios y parques inmensos
con árboles que más que sombra te ofrecen cobijo, y calles anchas,
aunque algunas estrechas y angostas que nos llevan por un Madrid
castizo y familiar, yo vivo en una calle así, bueno, vivía… Ahora
no sé dónde voy a vivir, mi marido me escribió diciendo que cerca
del mar, será bonito ver el mar desde la casa, porque detrás del
mar estará Madrid.
Micaela,
con voz bajita porque le parecía que dónde ella vivía no era tan
importante como Madrid, le contó a Pepi de dónde venía:
Yo,
desde el patio de mi casa sí veo el mar, ¡es tan grande!, cuando
las “trineras” llegan a la Cueva de los Camellos, hacen sonar las
bocinas, así sabemos que traen mucho pescado, antes mi hermano Juan
se iba en el “Juana María”, así se ganaba unas “perras”,
pero nunca eran suficiente para prosperar, además aquí le tienen
manía porque es un “contestón” y eso a los caciques no les
gusta, entre eso y que se peleó con Felipe el hijo del alcalde, tuvo
que emigrar, y nos espera en la Argentina… dicen que es un país
muy grande y con mucho trabajo, espero conseguir uno y no estar
siempre cocinando para mi padre, aunque es bueno conmigo pero si no
fuera que está Juan allí, yo no iba.
¿Y
tu madre?, Micaela, ¿qué pasó?, ¿no tienes abuela?, ¿tías?
Las
lágrimas invaden a la chiquilla, suspira y contesta despacito.:
Madre murió y todo se torció, mi padre no se lleva bien con mi
abuela Carmen, ella es de carácter y dice que mi madre murió por
trabajar tanto, no es verdad, pero mi padre no se lo perdona. Y
siempre estuve sola, bueno… mi prima Rosa sí que me quiere, es
mayor y me hacía trenzas, me enseñó a leer bien, a respirar y
sentarme como una señorita… supongo que la voy a extrañar mucho.
Pero mi hermano Juan me escribió y dice que en la Argentina, voy a
tener amigas y podré cocinar para gente importante, no sólo para él
y mi padre. También me contó que allí a las chicas las dejan ir
solas al baile, aunque no creo que padre me deje, igual consigo un
buen novio, y que venga pronto porque como se me pase el arroz…
Pero
Micaela si eres una niña, ya tendrás tiempo, para novios… A ver
cuéntame ¿cómo son las fiestas en tu pueblo?
Divertidas,
sí y con mucha gente. Vienen de toda la isla a ver a la virgen,
nuestra virgen es muy bonita, élla me protegerá y me va ayudar en
Argentina, eso me dijó mi tía Luisa, la madre de Rosa. La música
de parrandas se cuela por todos los rincones, las guitarras parecen
orquestas ellas solas. Se llena el pueblo de ventorrillos, son como
bares, pero de quita y pon, y huele a pescado asado, a carne
“cochino” y a “foguetes”.
¿Qué
son los foguetes?
Son
fuegos artificiales que se tiran al aire, y el sonido es a fiesta,
así estamos tres días enteros, entre procesiones, comilonas y
paseos… Igual no son importantes para ti, pero la gente se ve
contenta y eso es bonito porque el resto del año, parece que están
enfadados.
Sí
que es importante, Micaela, porque nosotros también tenemos fiestas
parecidas pero me parece a mí que menos bulliciosas. Cuando llegue a
Brasil me acordaré de ti y de tus fiestas, así con el pensamiento
te enviaré energía para que consigas tus sueños.
Nuestras
protagonistas, tuvieron diferente fortuna, Pepi pasó dos largos años
trabajando de dependienta, contenta por estar junto a su marido,
conoció gente nueva y disfruto de su casa frente al mar, los
recuerdos y la soledad en un país que no era el suyo le causó mella
y como tantos otros emigrantes que no consiguieron hacerse al país
que los acoge, regresó a Madrid, ahora de la mano de su marido, que
no volvería a dejar, volvió para seguir buscándose la vida. Y
siempre cuenta a sus amistades que cuando llegan las fiestas, su
pensamiento es para aquella chiquilla que conoció en el Cabo de
Hornos hacia Brasil, que a pesar de su juventud le llenó de fuerzas
para superar la travesía.
Para
Micaela, la vida le dio un revolcón, de nuevo. Nada más llegar su
padre enfermó y murió, la tristeza se apodero un tiempo de ella,
pero como llegó se fue, acostumbrada a luchar se levantó y
consiguió un trabajo bien remunerado en una casa de postín, fue
allí donde la fortuna la visitó, se enamoró de ella un hombre
bueno con posesiones numerosas, ya no trabajó más, lo hacían otros
para ella. Formó familia y aunque recordaba a sus allegados en la
isla, no volvió. Aquella joven con coraje, no sólo consiguió sus
sueños sino además enseño a los suyos a valorar el esfuerzo y la
valentía. Vivió en el interior del país, lejos del mar, aquel mar
inmenso que llegó a empequeñecerla, ahora el agua de los ríos del
interior le bañaban y el verde de bosques le arroparon hasta
conseguir hacerla feliz.
Las
mujeres que un día se cogieron de la mano y lloraron en silencio,
construyeron dos mundos distintos pero el comienzo fue el mismo, un
barco que en su última travesía las llevo al nuevo mundo, a países
dispares pero compartiendo algo grandioso construir sueños y
hacerlos realidad. Cuando las manos se juntan y alguna lágrima
resbala silenciosa, deja un sello imborrable de coraje y valentía,
cuando unos suspiros se oyen sin estridencias se cuelan en los
pensamientos para convertirse en poderosas razones, para sobrevivir y
para VIVIR, todo aquel que se deje llevar por sus sueños más
profundos, son valedores de admiración, y aquellos que se abandonan
al pasar de los días sin pena ni gloria, si un día miran al
horizonte y lo ven tan inmenso como Micaela, igual, solo tal vez,
puede que se atrevan a soñar.