Noche de Finado o Finaos se está convirtiendo en un acto reivindicativo de tradiciones. Cuando se empieza a discutir una opción tradicional local, con una anglosajona o celta, como acabo de leer, que va teniendo sus adeptos, sobretodo jóvenes, esto se nos está complicando. Pero yo por edad, afinidad, gustos y transmisión oral familiar, intento contribuir a rescatar una tradición que va mas allá de los sentimientos.
Visitar los cementerios y adornar con flores las tumbas de mis antepasados, se convierte en honrar su memoria y su legado.
El 31 de octubre, en la tarde-noche nos reunimos parte de la familia para hacer los ramos de flores, embellecer el panteón familiar y diferentes nichos, para terminar con una cena familiar que una de mis primas nos regala, esto se ha convertido en un encuentro especial. Este año, también pude contarles mis descubrimientos genealógicos, y compartimos alrededor de la mesa, en un ambiente de respeto y cariño de dónde venimos. Fuimos nombrando abuelos, bisabuelos, tatarabuelos,... anécdotas de infancia, etc.
Mientras, en el salón los más pequeños, disfrazados de calabaza, muertos vivientes y esqueletos, se divertían con sus juegos, lo de truco o trato y repartirse golosinas, dio paso a las risas infantiles.
Si somos capaces de alejar la mirada, los espacios estaban bien definidos, los adultos con las castañas, los dulces y los cuentos de nuestros "muertos", y los pequeños, con sus juegos divertidos de esa magia que viene de "afuera". Y todo eso, también nos define, somos un pueblo "esponja", que es capaz de convivir con culturas diferentes y hacerlas nuestras.
En la fotografía, el panteón familiar, en un cementerio abierto de noche, dónde se "enramaba" con profundo respeto hacia los que nos precedieron.
Otra costumbre que solemos repetir, es encender luces, en memoria de los que ya no están. Esa luz que muchas veces nos intriga, nos apacigua y como no, nos muestra el camino. Ellos que se fueron antes, algunos dicen, que nos iluminan a los que vamos detrás de su estela.
Y desde hace unos años, un amigo nos invita a una fiesta-comida que lleva realizando desde hace mucho, también como tradición desde el norte de la Isla de Tenerife. Nos reencontramos cada 1 de noviembre, para festejar a nuestros ancestros. Me resulta, curioso que sin pretenderlo, mi pasión por la genealogía, por nuestra historia, se concentre en un día tan señalado.
En mi pueblo de Candelaria, los grupos creados en las redes sociales, Candelaria Hoy y Candelaria Forever, han conseguido rescatar una tradición de reunirse en torno a una mesa, con castañas asadas, vino y parrandas. Con un objetivo, honrar la memoria de los antepasados con las mismas "armas" que ellos utilizaban el respeto a lo que les enseñaron. Muy orgullosa de mis vecinos y amigos, que cada noche del 31 de octubre, llenan el barrio de Santa Ana de respeto y cariño.
También unas calles más allá, los más jóvenes celebran el Halloween importado, como antes les decía, conviven el ayer y el hoy para armar un mañana que deseo sea acertado, y sigamos comiendo castañas asadas con un buen vino en su memoria.
Gracias a todos los que hacen permanecer el interés por lo nuestro.
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