Mis pasos seguros al pasado, se convierten en una aventura de sentimientos. Mi tatarabuela Fabiana María Concepción Pérez Gómez, nació en la Villa de Arico el año 1842. Y yo visito por primera vez sus veredas, paseo por dónde ella lo hizo y me impregno de la historia de este maravilloso pueblo del Sur de la Isla.
Sus casas, aún de pie resistiendo el paso del tiempo y la soledad, se abren ante mí. Las escaleras de tea sin peldaños, bailan ante mis ojos, conocedoras de tantas vivencias pasadas. Cada rincón del camino, se muestra como flor abierta en verano, y la brisa de la tarde me susurra amores perdidos y olvidados.
Rescato de mi memoria, la imagen serena y seria de Fabiana. Su legado se resiste a morir, entre estas lajas chasneras y tuneras. Y en cada puerta desvencijada reconozco un atardecer de "conversas" y costura. Los chaplones se iluminan como antesala de acontecimientos familiares y aunque sus moradores ya no estén yo les presiento sonrientes, gente trabajadora. Luchadores por vidas mejores, que fueron capaces de abandonar el refugio de su hogar y emigrar. Atravesar el océano y volver a construir un futuro. y algunos como Fabiana volver a su casa. Volver a empezar y con 80 años cerrar los ojos, en otro pueblo sureño. Candelaria, le vio partir en 1914.
Tras las ventanas medio abiertas, el pasado se apodera de mi, y apenas puedo respirar, Fabiana tenía dos hermanas: Luisa y Amalia. Ahora se que heredamos también sus nombres. Ahora se que el sol de estas montañas, y el aire que se cuela en sus barrancos también me han moldeado.
Busquemos nuestras raíces, sin querer encontrar cosa concreta. Porque el azar, la casualidad, o lo ya escrito, nos encontrará a nosotros. Solo tenemos que dejarle pasar.
Ahora cada vez que necesite estar arropada y segura, visitaré Arico. La búsqueda de mi comienzo ya terminó.
Toñi Alonso 24/agosto/2020.